De pronto me di cuenta de que lo que estaba haciendo no era más que proteger mis sentimientos del peligro que entraña una persona desconocida que trata de llegar a mi corazón. No lo hacía desde la mente condicionada, sino desde la observación de mí misma y de todo lo que me rodeaba de instante en instante. Nada lo daba por seguro. Ese acontecimiento vivido así se transformaba en una aventura. Estaba recorriendo caminos por los que nunca había transitado. Ese "darme cuenta" de instante en instante continuaba cuidándome.
SINO ESTELAS EN LA MAR...
3 comentarios:
Sigue protegiéndote,
porque hay mucho/a aprovechado/a
que llega alegremente,
toma la cosecha y se marcha,
sin tener en cuenta
que hay que cultivarse con esmero
para obtener buenos frutos
del interior de una/o misma/o.
Yo ya no sé si son
caminos, sendas,
vías o carreteras.
Lo que bien nos
dices o cuentas
es que hay que
vivir a corazón
abierto y a mente
despierta…
Al menos, así,
es como me
gusta a mí.
Protégete, sí, pero no tanto como para ignorar a alguien que quiere caminar a tu lado un trecho; esos prodigios son raros, pero pueden suceder.
Deseo que tengas mucha sabiduría para distinguir al farsante del amigo.
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